A peso los fósforos, a peso los fósforos repite hasta el cansancio y con voz frágil Elsa María Rodríguez, de 35 años de edad, frente a un local ubicado en La Cabima, Alcalde Díaz.
Dos cajas de refresco plástico son suficientes para que improvise una vitrina en la que muestra sus productos para la venta del día.
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Rodríguez, quien sufre de discapacidad visual desde su nacimiento, espera con ansias escuchar la voz de un desconocido que le compre una prestobarba, fósforos, cepillo de dientes, encendedor de estufa o una Gillette.
Ella estaba sentada en su puesto de trabajo, pero no es un silla, es una caja de plástico y allí vende su mercancía. En ese sitio, a veces aprovecha para prepararse algo de comer. Con una mano abre el pan por la mitad y con la otra introduce el queso, emparedado que degusta con una bebida, lo suficiente para recargar energías y continuar con su dura faena.
"Si el día es bueno recojo entre quince a veinte dólares, y si es un día malo como cinco dólares", expresó la emprendedora.
La vida para esta guerrera incansable no es nada fácil, pero siempre encuentra una palabra de aliento para darse fuerza a sí misma y seguir luchando. Su misión es que a sus hijos no les falte el pan de cada día y tengan la educación que ella por problemas económicos no puedo tener.
"Tengo cuatro hijos, el mayor de edad sufre de epilepsia y el de 13 años vive con su papá en Arraiján. Tengo una niña de once y otra de ocho años", relató.
Añadió: "Para mí ha sido muy difícil la vida, tengo que enfrentar la situación como estoy, seguir adelante y no echarme a morir porque no puedo ver. Busco valorar los días de vida que Dios me da, le pido que tenga misericordia de mí y me de fuerza para seguir adelante por mis hijos".
Rutina
Como una buena madre, Rodríguez, quien vive junto a sus padres [quienes también están desempleados] prepara desde horas tempranas a sus dos hijas para la escuela.
"Me levanto temprano y arreglo a las niñas. Antes las dejaba en la escuela Carlos A. Mendoza bajo el sol o la lluvia, pero tenían muchas tardanzas y tuve que buscarle un taxi como transporte", relató.
Su discapacidad no la detiene, pues antes de salir a trabajar "hago oficios como lavar mi ropa, barrer, fregar y a veces cocino. Al regresar a la casa, en la tarde, converso con mis hijas y escucho la televisión antes de ir a dormir".
Su madre ha sido su más fiel apoyo y cuida de sus hijos mientras ella no está en casa.
"Con lo que gano en mi trabajo tengo que dar para la comida. Mi mamá me ayuda con mis hijos y consigue a veces para comer o si no se espera a que yo regrese de trabajar", aseveró.
Estudios
Rodríguez hubiese querido obtener una "Licenciatura en Contabilidad", pero la situación económica impidió que lograr este objetivo.
"A los seis años fui al IPHE Instituto Panameño de Habilitación Especial, en Betania, donde estudié tres años y no pude continuar por la situación económica. Después, como a los diez años estudié en la escuela Estado de Israel, donde estuve por tres meses en tercer grado y tampoco pude continuar, uno sufría", expresó mientras acariciaba sus manos.
"Para mí fue difícil; sin embargo, me ganada algunos reales botando basura, haciendo mandados, cuidando casas, pues desde chica he luchado", recalcó.
Continuó relatando que "cuando tenía 16 años de edad me llevaron a un centro en Las Lajas Centro de Rehabilitación de Ciegos Adultos Andrés Cristóbal Toro, lugar donde me sentí muy bien, estuve dos años en ese lugar. Ellos me ayudaron a ser independiente. Me enseñaron a lavar, cocinar, fregar, que es lo bueno y lo malo, a leer braille, mecanografía y hacer manualidades".
Deseo
Tener una oportunidad laboral y devengar un salario quincenal es el sueño de esta panameña, quien percibe que cada día eso está más difícil de lograr.
"Deseo tener un puesto de trabajo con un salario para cubrir mis necesidades, un mejor trabajo que me permita tener mejor calidad de vida. Mi trabajo no da para lo que quisiera", sostuvo.
El país avanza, pero Rodríguez se siente rezagada, pues considera que no hay inclusión social para las personas con discapacidad visual y aboga por los derechos e igualdad de oportunidades.
"A veces me da por llorar, me siento triste, pero hay que seguir para adelante, porque Dios siempre me da fuerza para levantarme. Siento que nos tienen olvidados, he tocado puertas, pero piden muchos requisitos" dijo.
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Esta amable mujer no pierde la fe de obtener un oportunidad laboral que le permita mejorar su dura realidad y así afrontar la vida de una mejor manera.
En tanto, como toda una vencedora, no se quedará de brazos cruzados y continuará en las calles buscando a través de la buhonería el pan de cada día.
Me da miedo cuando sale a las calles a trabajar, pero lo hace por sus hijos; ella ha luchado mucho por ellos. Tiene un hijo de 18 años que lleva once años de sufrir de epilepsia y necesita medicamentos. Su padre ni yo trabajamos, pero busco ayudarle con sus hijos.
Sus hijos inspirar a que Elsa Rodríguez no vea su discapacidad visual como un obstáculo en su vida.